Así es amigos, pasando de los treinta, a unos un poco antes y a otros un poco después, se nos presenta esa sensación, de sobra por todos conocida, semejante a un malestar que asciende desde los testículos hacia el abdomen y hacia el tórax, y que se manifiesta de forma corrosiva y asfixiante, privándonos del aire y haciéndonos sentir culpables en repetidas ocasiones durante el día.
Se trata de una sublimación freudiana del desasosiego que produce para un ser humano masculino en momento culmen físico y mental, preparado para entrar en acción: cazar, luchar y copular, el bifrontismo existente entre la naturaleza del hombre y el hecho socioculural de estar comprometido, o en su versión más agresiva, de estar casado.
Dicha sublimación, todo sea de paso, tiene una justificación biológica y molecular. Ocurre como respuesta a la producción por parte de nuestras gónadas de picos de testosterona libre que actúan a nivel de, a saber; el cerebro, la próstata y las vesículas seminales.
Debo puntualizar para el público femenino que durante este proceso no existe erección. Toda vez superada la adolescencia, el
izamiento del miembro se sustituye directamente por la susodicha sensación, y si
acaso, en el mayor de los casos, se acompaña de pequeñas punzadas de dolor en la punta del pene y en el escroto.
Se trata esta, de una sensacción repulsiva y enfermiza para la que aún no estamos preparados. No hemos evolucionado genéticamente lo suficiente como para sobrellevar tal confrontación psicobiológica. Y es que no existe una masculinidad selectiva. No puede uno ser un león en la cama y salir de casa como un pobre gatito castrado.
¿Qué desencadena esta sensación?
Bien, la respuesta es sencilla. La visión, olfación o audición de carne femenina joven. Voluptuosas caderas, prietos glúteos, muslos firmes, escotes que desvelan curvas gloriosas en forma de mama o de teta, a preferencia de cada uno. Jóvenes que contonean sus figuras desprendiendo aroma a sexo y que no respondiendo de forma recíproca, pero viéndose liberadas para la provocación sin respuesta del sujeto andrógino (efecto mono, plátano y pistola eléctrica)
¿Cómo puede combatirse esta sensación?
A pesar de toda la fisiología y anatomía que uno estudia en la facultad, no existe una respuesta farmacológica o psicoterapia que actúe eficazmente frente a este mal que asola nuestra sociedad generando problemas y enfermedades tan destructivas como la depresión, las adicciones, el consumismo compulsivo o la violencia de género en el más miserable de los supuestos, y sin ánimo alguno de justificar estos hechos.
Tan solo la castración, física o química (antidepresivos, ansiolíticos, moduladores del estado de ánimo, betabloqueantes y otros antihipertensivos, etc.) son solución al problema, con el inconveniente de probable paliación del dolor con traslado de la dolencia al sistema nervioso central de tal modo que desencadene el desarrollo de formas precoces de demencia o psicosis mixtas.
Tal es la naturaleza del cerebro masculino, y no podemos luchar frente a ella.
miércoles, 25 de diciembre de 2013
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